Con un decreto del Emperador Leopoldo I del 5 agosto 1699 y con la Bola Sinceræ Fidei de Papa Inocencio XII, del 24 octubre del mismo año, se confirmaba el acto de cesión del Gran Magisterio, del último Príncipe de la Casa imperial de los Comneno a la Casa Farnesiana, autorizando el pasaje en terminos esplícitos.
A continuación las importantes palabras con las que el Pontefice aprueba este acto: «Inclinando il nostro udito e dando benignamente assenso alle suppliche che a proposito di tale questione ci sono state umilmente porte sia a nome tuo che di Giovanni Andrea, Principe e Gran Maestro, Noi, con motu proprio, con certa scienza e matura deliberazione, in virtù della pienezza del nostro potere apostolico, in perpetuo confermiamo ed approviamo la cessione di detto ufficio ovvero carica di Gran Maestro e perenne amministratore della Milizia Aurata Costantiniana, cessione fatta dal menzionato Giovanni Andrea, Principe e Gran Maestro, a te e ai tuoi discendenti».
Son de evidenciar los valiosos comentarios: «L’affetto di sincera fede e singolare devozione che voi dimostrate nei confronti nostri e della Sede Apostolica e i molteplici meriti della tua illustre famiglia verso questa stessa Sede ci inducono a concedere volentieri a te e ai tuoi futuri discendenti nonché agli altri Principi della tua stessa famiglia quelle cose che accrescano il vostro onore e che rimangano come un eterno segno per ricordare la nostra paterna benevolenza verso di te e verso la tua famiglia».
Posteriormente en el 1706 los Estatutos Constantinianos fueron revisados, con la aprobación eclesiástica. Además el Papa Clemente XI quisó, con la Bula Militantis Ecclesiæ de 27 mayo de 1718, dar a la Orden Constantiniana un símbolo particular de afecto y de su ser benevolo al otorgar a el Gran Prior los privilegios abaciales; al clero las insignas de los prelados, al mismo Orden, finalmente, la facultad de poder constituir “beneficios eclesiásticos”: «E se qualcuno osasse invalidare quanto stabilito, sappia che incorrerà nell’indignazione di Dio Onnipotente e dei Suoi beati Apostoli Pietro e Paolo».
También en una Bula de 1719 el mismo Clemente XI se felicita con los Caballeros Constantinianos por haber conducido más de 2000 infantes a Dalmacia contra la armada turca. En el Archivo de Estado hay una gran cantidad de documentos que testimonian la larga y victoriosa guerra de la República de Venecia con la colaboración del Duque Francisco Farnese gracias a el envio del “Regimiento Constantiniano”.
Héctor Gallo comenta: «En el aspecto militar la documentación sobre el Regimiento Constantiniano demuestra la agilidad, en el pequeño ejército farnesiano, el valor, el coraje así como el espíritu auténticamente cristiano que pertenecen a los principios inspirados por la misma Orden: “Glorificación de la Cruz y la divulgación de la Fe”»[1].
El Duque Francisco Farnese también no tenía hijos; no quiso por lo tanto considerar a la Orden un privilegio de la Corona y estableció que fuese algo de transmitirse de padre a hijo y en caso de extinción que el Gran Maestro fuese “el mas cercano [en línea de consanguinidad] al difunto Gran Maestro, y perteneciente a la familia Farnese”. Es así que cuando falleció Francisco I el 26 de febrero de 1727, los poderes del Estado y del Gran Magisterio de la Orden pasaron al hermano Antonio, el cuál después de cuatro años de principado, el 20 de enero de 1731 entregó su alma al Cielo sin dejar herederos.
A este punto Isabel de Farnesio adquiere un rol central, hermana de los dos Duques y Reina de España por haber desposado Felipe V d’Angiò, el vencedor de la Guerra de Sucesión Española (veáse el tema de la sección histórica La Casa de Borbón, o bien tres Reinados y un Ducado).
Logró asegurar que los bienes alodiales de la Casa Farnese andasen a el Infante Don Carlos de Borbón. De hecho, las grandes, intuyendo como nada lejana la extinción de la Casa Farnese, establecieron con el Tratado de Londres del 1718 que, una vez muerto el Duque Farnese, el Infante Don Carlos tuviese las tierras de los Farneses (es decir el Ducado de Parma y de Piacenza), sin intrusiones del padre, el Rey de España, ni siquiera con pretextos de tutelaje familiar.
La Paz de Utrecht de 1713 lo exigía. Muerto el Duque Farnese en el 1727, el sucesor Antonio dió en herencia los bienes alodiales de su Casa, precisamente a el Infante Don Carlos de Borbón (su nieto).
Nel 1731 Carlo entrò a Parma come sovrano; nel 1734 egli divenne Re di Napoli e nel 1735 fu incoronato, a Palermo, Re di Sicilia. Nel 1759, però, le due Corone di Napoli e di Sicilia, dopo la rinuncia di Carlo per divenire Re di Spagna, passarono al di lui figlio Ferdinando che regnò sino al 1825 (veánse los temas dedicados a Carlos de Borbón y Ferdinando I).
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