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La Logia de Fusaro representa una de las maravillas de arquitectura edificadas por Carlos y por Fernando. Surge en el lugar que los antiguos denominaban la “ciénaga Acherusia”, sede del Infierno.
En 1752 Rey Carlos adquiriò el Fusaro construyendo, justo en el centro del lago, sobre un alzado natural de granito, una casa de campaña en forma octagonal. Luego, en 1782, Fernando IV le encargó al arquitecto Carlo Vanvitelli, hijo de Luigi, el proyecto y la realización de la mansión para la cacería, la Casina Reale del Fusaro. Se edificaron “seis pisos bajos destinados a las cuadra real”, y además a “hospedaje para los huéspedes que llegaban a visitar para disfrutar”; se restauró la antigua desembocadura de Torre Gaveta, y sobretodo se incrementó el cultivo de ostras, glotonería que el rey apreciaba mucho (al punto que gozaba con tomar parte a la veta del pescado y de las ostras del Fusaro).
Fué solo en un segundo momento que se construyó el muelle de madera, por otra parte, la “Ostrichina”, es decir el palacete en las orillas, proyectada por el arquitectode la Casa Real Antonio De Simone, inaugurada en 1825, tenía también un ancho espacio para permitir la parada de las carrozas reales. En este sitio tuvieron lugar muhos eventos importantes con la presencia de huéspedes ilustres. Por ejemplo, en el 15 de Mayo de 1819 Rey Fernando ofreció en el Fusaro un almuerzo en honor del Emperador de Austria Francisco II. Sin embargo, si la arquitectura de ese monumento está vinculada a la renombrada firma de Carlo Vanvitelli, por lo que se refiere al aspecto decorativo trae a la memoria el nombre de uno de los paisajistas más importantes del siglo XVIII: Philipp Jakob Hackert. La estructura se compone de dos pisos superpuestos, pero no Así que lo que antes era el departamento del vigilante de convirtió en el “Real Casino”, en el Centro del Fusaro. El piso inferior resulta más amplio debido a dos deambulatorios posicionados uno hacia el Norte y el otro hacia el Sur, ambos a los lados de las arcadas frontales. Entre dichos dos ambientes y la sala central se encuentran dos espacios semicirculares; el que se encontraba en el ala norte servía de pasillo, y su oponiente, en el ala sur, de base para las escaleras. Dichas zonas fueron destinadas a cocina, departamento para los empleados, despensa y bodega, y más luego, en oficinas y trastero. Hoy en día, desde el mes de Octubre de 2001, los deambulatorios se han convertido en “galería de huéspedes ilustres”. Al ingresar a estos ambientes se puede experimentar la increíble sensación de encontrarse colgados sobre las aguas del río; y además se pueden leer las biografías y las razones de las relaciones de los prestigiosos personajes que han marcado la historia de Europa durante más de dos siglos y que fueron huéspedes en el Sitio Real del Fusaro. La entera dinastía de los Borbones, el Zar de Rusia Nicolai I, el Príncipe de Metternich, Francisco I Emperador de Austria, sir William Hamilton, José II de Habsburgo-Lorena, y además Gioacchino Rossini y Wolfang Amadeus Mozart, para citar solamente a unos cuantos.
Vanvitelli y Hackert, gracias a su genialidad creativa, habían hecho mucho más. De hecho, el primer piso presentaba un maravilloso piso cuyo fondón era colorado de un fino azul pastel, con decoraciones floreales y multiformes ornamentos amarillos. La Boveda era finemente pintada a fresco con temas que recordaban la cacería, la pesca y la naturaleza en general. En cambio, las paredes estaban cubiertas por las que el mismo Hackert, dirigiéndose a J.W. Goethe, había descrito como su mejor obra realizada para la corte de Nápoles: el ciclo de las cuatro estaciones. En su proyecto, el artista había pensado de distanciar las diferentes estaciones con el panorama que se puede contemplar a través de las amplias ventanas. De hecho, las pinturas, de tamaño natural, que cubrían por lo tanto toda la pared, presentaban una línea de horizonte que coincidía perfectamente con la linea natural del lago, sin alguna solución de continuidad. Una fusión total entre sus obras maestras, y las abundantes bellezas proporcionadas con generosidad por la naturaleza alrededor del lago. Un compendio de todos los lugares más queridos por Fernando IV.
Desgraciadamente las obras de arte de Hackert desaparecieron durante la Revolución de Nápoles en enero de 1799. mientras los pavimentos originales fueron quitados tras la segunda guerra mundial. La obra que menos destaca entre las demás, y que sin embargo revela la aplicación de un gran genio, está representada por el techo, sostenido por un articulado juego de vigas y soportes que han garantizado su asombrosa resistencia a los ataques de los agentes atmosféricos, resistencia aun más significativa considerada la naturaleza volcánica de los Campi Flegrei. Desde el Casino se puede contemplar un panorama de singular bellezza y, especialmente, la posada del sol representa un espectáculo inolvidable que ha arrobado y sigue arrobando, con invariada magnitud, a hombres ilustres, artistas y personas corrientes. En los días mas soleados, incomparable sugestión surge en el alma al ver el reflejo de la imagen de la Casina en las aguas tranquilas y limpias del lago, como si ése fuera un espero. Y además verdaderas colonias de peces dibujando raras figuras geométricas al realizar evoluciones extraordinarias entre los escollos. Más aun los tambores, precisamente los que quiso Rey Fernando IV, rocas amontonadas formando una especie de cuenca sobre la que se ponían las cintas con las ostras para que éstas no estuvieran en contacto con el lodo, esparcidos, a la par de diferentes cráteres, alrededor de la pequeña isla. Al sitio se le ha definido varias veces un lugar encantador, una joya de la arquitectura en el aqua muda y limpia. Maurice Coste, enviado por el gobierno francés justamente para estudiar el coltivo de ostras en el Fusaro, ha proclamado a los cuatro vientos el portento que se debía de “importar a Francia”. Una joya que ha sacudido lo ánimos de hombres geniales como Mozart y Goethe.
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